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El Bocas

Reflexionando a voz en cuello

Me gustan los cabrones de verdad. Los profesionales, los que antes de hacértela marcan su hazaña con un redoble de tambory un ¡chas! final antes de hacerte el triple tirabuzón sin red y clavártela hasta el fondo por donde más duele. Son profesionales de lo suyo, artistas del puteo, que por diversos motivos dedican su vida a joder al personal. Me gustan porque desde un principio los ves venir, con su fanfarria escandalosa que parece decir "¡eh, que voy a por ti, la has cagado compañero!", y te da tiempo a apartarte. Incluso se puede uno lucir si anda rápido mientras los templa con el capote y va desmontando su jugada. Gente que acepta, ya sea queriendo o de forma involuntaria, las normas del juego. Las que establecen que él o ella tengan armas para atacar y tú armas para defenderte. Gente noble a su manera, vaya, por decirlo de alguna forma. Y luego están los otros. Y las otras. Miserables tiñalpas cuya única forma de aspirar a algo mejor es atacando a traición, ¡zaca!, tan incapaces de aceptar las reglas del juego antes mencionadas como de ganar si éstas se respetan. Mezquinos y mezquinas (en este saco cabe gente de ambos sexos) que antes de atravesarte la espalda y sacarte la punta por el pecho, te dan un masaje para que los músculos estén relajados y oye, todo sea más sencillo. Un detalle. Lo peor de esto es que, mientras te hacen la cama (algunos están tan entrenados en este arte tan ruin que incluso le ponen edredón, funda para la almohada y peluches) de cara a la galería (from face to the gallery, en homenaje al bilingüismo) son un completo encanto, el conejito de Bambi poniendo ojos tiernos, vamos. Para comérselos. Pero masticando bien, piensas tú. Y claro, como ellos son ángeles, pues el que diga o haga algo en su contra es el mismísimo Lucifer trabajando de inspector de hacienda. "Cómo te metes con una criatura así, salida de las mismísimas manos de Dios, tan blanquita y pura, con sus alitas y ese aro sobre la cabeza con el que parece una canasta de hojaldre". Así que lo único que te queda, que al fin y al cabo no es poco, es una última oportunidad. La de esperar agazapado entre las sombras, con la mano en el pecho taponando la herida para que la sangre salga lo más despacio posible, con su propio puñal en la otra mano. Esperando a que, ya confiado o confiada, pase por tu lado con la guardia baja y ñaca, devolverle lo que es suyo. "Uy qué despiste, pensaba que tu costada era tu mano, lo siento", y go back home singing tralarí tralará. Porque la estrategia de estas personas tiene un defecto bastante importante: mientras que el cabrón de verdad, el artista del principio, puede matarte y rematarte, el imbécil mezquino y repulsivo únicamente puede herirte y esperar a que te desangres por tu cuenta. Y eso, cuando no sale bien, es jodido. Porque como dicen en los documentales de La 2, no hay nada más peligroso que un animal herido, que en lo único que piensa durante lo poco que le queda de vida es en tirarse al cuello de su verdugo con las fauces abiertas y morir matando. Por joder más que nada, ya que a él tampoco le han hecho precisamente un favor. Atacar rápido, sin que se le espere, pero de frente. Mirando a los ojos. Así podrán pagar a medias a Caronte cuando suban a la barca. Y quizás, la mayoría de las veces, a esos viejos lobos heridos es lo único que les queda. Lo único de lo que no le han despojado: el honor, la valentía, la honradez con la que el cabrón profesional te avisa para que pongas el capote y temples. Los que te dicen desde el principio que la mandrágora en realidad tiene pene, se llama Manolo y es camionero o aspira a serlo. Acabar con todo esto dándole una lección de elegancia, de bravura y de modestia a quien se pensaba más que nadie, the king of the mambo. Esto que escribo hoy es sólo una reflexión en voz alta, un pegote de palabras unidas de la forma más sincera posible y cuyo resultado final me ha dejado bastante contento. Todos aquellos que saben que me importan (espero haberlo dejado claro durante estos años), a los que siempre he intentado demostrárselo, deben estar tranquilos, porque este texto no va con ellos (y sí otro que a ver si escribo para hacerles justicia). Para todos los demás, Mastercard. Y para algunos, procurad no acercaros a las sombras; puede que vuestro propio cuchillo os esté esperando.

3 comentarios

laura diaz -

Me gusta, tristemente me gusta, porque tristemente es la pura realidad.

Como negar ke siento una enorme curiosidad por saber ke te a podido llevar a escribir esto.

Un beso, mi niño.

Laia (la pesá q no para de intentar poner comentarios, como no salga esta vez te mato) Además,soy la que tiene el nombre más largo! -

Vale...escribo por TERCERA vez a ver si ahora el comentario llega a su puerto.

Te decía:

ERES UN CANSINO!!!!!!!pq no publicas algún texto malo para que lo podamos criticar negativamente?????Si esq siempre igual... te voy a tener que poner cara a la pared!!!

JAJAJAJAJJA,esbrompoma!!!!!


Genial,como siempre.

MUA

juan -

¡¡¡OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLÉ!!!